viernes, 5 de junio de 2015

LA LEY DEL EMBUDO O EL EMBUDO DE LA LEY.


Decía mi padre: “Tengas pleitos y los ganes”. Parece ser este un refrán de la sabiduría popular según el cual el hombre del pueblo llano prefiere un mal acuerdo que un buen pleito. Con el pleito siempre pierden las partes. Resulta ser paradójico comprobar que la sabiduría popular se cumple inexorablemente. De nada le sirve el Estado de Derecho al “castigado por impuestos”: el ciudadano.
Cuando uno repasa lo que significa teóricamente el Estado de Derecho y lo compara con lo que realmente pasa en el quehacer diario de un ciudadano, no puede menos que escandalizarse al comprobar que la Administración no está al servicio del ciudadano, sino el ciudadano al servicio de la Administración.

Cualquiera que sea la ley que uno elija para comprobar en qué medida está redactada para proteger al ciudadano o a la Administración, se da cuenta de tres cosas: 1ª la redacción está hecha para profesionales del derecho; 2ª los plazos para reclamar el ciudadano son tasados y cortos, los que se asignan a las Administraciones o no existen o son tan dilatados que cuando se imparte justicia, si se imparte, ya no es justicia; 3ª el silencio administrativo, aparte de desesperante, es siempre favorable a la administración. Pero vayamos por partes.
He tenido la ocasión de contrastar la interpretación que hago de algunas leyes con la de amigos abogados. Nunca hemos coincidido. y yo me pregunto, ¿como puede ser que una ley se preste a distintas interpretaciones cuando lo que se pretende es que se haga justicia?. Parecería lógico que la ley tuviera una solo interpretación.
Pero cuando uno lee los periódicos y comprueba la arbitrariedad de las sentencias es cuando uno se da cuenta de lo que pasa. La redacción de las leyes se hace en lenguaje barroco, ambiguo e impreciso para permitir que los justicieros la apliquen con la arbitrariedad que aplique al caso: si hay que soltar a Bolinaga, se suelta; si hay que aprobar un estatuto de Cataluña ilegal, pues se aprueba. Algún bienintencionado pensará que las resoluciones llevan su argumentación; ciertamente, pero las mezcla de las palabras no sigue las leyes de las matemáticas, (el orden no altera el resultado), con las palabras bien mezcladas se consigue una cosa y la contraria, por aplicación del mismo artículo. ¡Magia, pura Magia!.
Los plazos. Si alguno se ha visto ante un juicio, la primera sensación que se siente es de miedo. La comunicación procesal suele encerrar una amenaza, velada o directa, con castigos humanos y divinos; económicos y penales, que "acongojan". El ciudadano, sin conocimiento, sin formación, sin medios, debe encarar una defensa en 15 días, o todo lo mas un mes. Necesita, por tanto, abogado, procurador y dinero, mucho dinero, para hacer frente a una cosa así. Si lo que está en juego es valioso, puede que el ciudadano pelee; si no lo es, el ciudadano se limitara a pagar lo que la administración le diga y ya está. Si el ciudadano pelea, es decir, se querella o defiende, se puede encontrar con la sorpresa de que la Administración tarda en contestar tanto tiempo que para cuando lo hace o se ha muerto, o la cosa ha perdido su valor. O puede que la Administración no conteste, en cuyo caso la reclamación ha sido desestimada por silencio administrativo.
Ayer informaban los periódicos que un señor de Salamanca pleitea con los catalanes por el Archivo de Salamanca. Cuando empecé a oírlo me pareció que era algo de la Comunidad o del Estado. Cual sería mi sorpresa cuando comprobé que lo hacía a título personal, con su dinero. Se había gastado 10.000€. ¿Les parece normal?. Seguramente el Gobierno de la Nación Española le pondrá un pleito “por metijoso” que lo dejará en cueros, por ser “nacionalista español”. Hay que recordar que los fondos de Salamanca que los catalanes se llevaron, lo hicieron con el consentimiento y aprobación del que decía, y dice, que la nación es un concepto discutido y discutible: ZP, el Atila español que no ha dejado piedra sobre piedra en todo lo que tocó. A Rajoy le debe parecer todo bien, pues no ha tocado la ruina de herencia que dice recibió.
Esta evocación dramática y virtual, que no responde a hechos reales concretos, es una generalización, representa el trato que sufre cualquier ciudadano que pretenda defender una causa, a su juicio justa, frente a la Administración o en un juicio normal. ¿Como puede admitirse un Estado de Derecho que tolere estas injusticias?, ¿donde está la igualdad ante la ley?, ¿para que pagamos impuestos, para que nos declaren culpables los que reciben sus sueldo con nuestros impuestos?. ¡Esto es Kafkiano!.
Desde mi humilde pedestal de observador ciudadano, la justicia se instauraría con la corrección de estos tres problemas: 1º redacción de las leyes al alcance del pueblo llano; 2º plazos iguales para todos; 3º silencio administrativo favorable al ciudadano. Entonces empezaría a creer en la justicia del Estado de Derecho.
No quiero vivir en un país en el que hay una ley que no la respetan los que la hacen, y que castigan con la misma ley al que paga los impuestos. ¡Orweliano!.
En Madrid a 2 de octubre de 2014. 9 horas 37 minutos. 

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